martes, agosto 01, 2006

Angularidad No. 7

¿Y si no fuera así?
Ante tanta incertidumbre qué me da la certeza de que realmente nací un 31 de julio como me lo han hecho ver? No importa, algún día tiene que ser.

Anoche aproveché los espacios que dejaban los nubarrones para entrever el cacho de luna. Saqué mi telescopio al patio, estrené lente nuevo y me deleité con la impresionante vista de un buen cráter lunar. Shaska aprovechó el rato para restregarse entre mis piernas deseosa de mimos. En el patio hay una montañita (montículo) que es mi espacio preferido, allí encaramo el telescopio o por las tardes me subo a ver el atardecer. Recuerdo hace como dos años cuando estábamos construyendo la terraza porque, de un momento a otro, tomé una pala, traje tierra de otros lados y fui haciendo mi montañita con la única intención de que fuera un lugar para que Angela, cuando diera sus primeros pasos escalara hacia las alturas.

Pero allí está, a fin de cuentas sirvió para algo.

Y el tiempo sigue pasando. Tengo la cabeza llena de ideas locas que se me vienen de a montón, como los toros de San Fermín pero me falta concretar. No es asunto de personalidad el que no logre concretarlos, es solo que . . . pierdo el interés.

En la tarde había ido al Automerdado Heredia (carretera a Barva vivo cerca de allí), compré unos filetes de salmón y después de la telescopiada me fui a la cocina, los adobé, los puse en papel aluminio, los decoré con vegetales (mini zanahorias, mini coles, ramitas de coliflor y brocoli, vainicas tiernas, mini ayotitos) y los dejé en el horno un buen rato. Luego, busqué una película (Ringu) y me acomodé a mis anchas al calor del terror, del salmón y un vino raro que alguien me regaló alguna vez.

Hoy, cuando desperté tenía una sensación en las mejillas que me calaban hasta más allá, como si unos labios muy tiernos, acompañados de otros labios más poderosos me hubieran acariciado y me hubieran hecho una buena compañía.

Me sentí realmente feliz.