jueves, marzo 23, 2006

Imagen ambivalente


Opto por una copa de vino sangre como medida preventiva para combatir los desvaríos de la conciencia. La pintura de la pared, de rosados combinados con sepias, es en extremo contagiosa para mi gusto. La adquirí en el San José Palacio y desde entonces no me canso de

admirarla,
examinarla,
degustarla,
sentirla,

Hacia la izquierda, apenas insinuado hay un camino que se pierde en la arboleda y es allí donde encuentro "il incanto". Siempre converjo en un inevitable:

"Adonde lleva ese camino?"
"Qué hay más allá de la arboleda?"

No podría colgar de la pared una pintura que no me inspirara un sentimiento. No podría estar allí solo por

estar,
adornar,
figurar,

se requiere algo más, convertirla en "modus" personal. No llenar la habitación de cuadros por aquí y por allá y solo percatarse de ellos cuando se hacen a un lado para quitar las telarañas.

Más allá, en un esquinero, colocado cuidadosamente está el cuadro de mis amores (no el original). Está como ausente, protegido de los ojos de los demás porque la perspectiva del alma cautiva que inspira, la quiero solo para mí.

Es una copia en miniatura de "Imagen Ambivalente", del genio Eugenio Salvador Dalí.

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