jueves, mayo 18, 2006

Angularidad No. 3


Malena como otras veces dejó por la mañana su lecho de cartón y caminó despacio sin noción de tiempo ni espacio hasta encontrarse de nuevo con el anochecer. Hoy la toquetearon y le manosearon el alma con brujería, a pesar del hedor, a pesar de viejas y desgarradas heridas, a pesar de su imagen desgreñada.
No fue necesario detallar en el cotidiano para percatarse de que solo fue un día más, carente de comidas, de limosnas, un día ajeno a los milagros y ni qué decir de posibles sorpresas agradables. Fue igual de embarrijos, abrumadoras confusiones, desengaños, sustancias envenenadas que le entorpecían el futuro y ojos despreciativos que evitaron ocupar su mismo espacio. Y así deambuló por los caños de la ciudad procurando migajas de pan.
Malena como otras veces se dejó a la noche. No sé como pero había una tendencia de frío que la hacía caminar fielmente, sin reparos, hasta las afueras de la casa de sus padres y allí, en un rinconcito de la cochera, se acurrucaba y dormía hasta que llegaba el otro día; de ese modo todos los días. No importa cuánto divagaba su mente, había una certeza que le indicaba que allí, aunque estuviera afuera, estaría segura, estaría protegida.

Era lo más cercano de alguien querido que podía estar y por eso cuando dormía daba la sensación de que sonreía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y por qué no llamaba a la puerta, tan poco creía en el amor de sus padres?
Qué triste relato, me ha llegado al alma...

Un abrazo