viernes, mayo 05, 2006

Disyuntiva Existencial No. 4


Nacemos. Y supongamos que en ese momento hay un alma que se nos une en el largo caminar de la vida. Mientras tanto, dotados de un cerebro inexperto, poco a poco aprendemos y logramos con el tiempo una buena base de conocimientos y logramos una identidad.

Logramos que ese personaje YO interior, nos haga saber sus dudas y pesares, nos involucra con sitios inexplorados y por nuestra parte vamos atando cabos. No tenemos conciencia de nada antes de nacer, lo que nos hace suponer un alma nueva, pura, limpia, transparente, sin estrenar.

Un día envejecemos, nos deterioramos, el cerebro pierde lucidez porque la base de conocimientos y nuestra identidad radican en ese espacio físico y perecedero, lo notamos igual con enfermedades subyacentes.

Al morir, se pierde el cerebro, nuestro computador perecedero, la base de conocimiento, nuestra identidad. Si el viaje ha de continuar no será en ese cuerpo ya inerte que contenía al YO interior que se mantenía lúcido, inteligente, brillante, ávido de novedades, por lo tanto, no habrá recuerdos, ni rastros, ni nada de nada de lo que se vivió acá. ¿A quién interrogar, cuestionar, "castigar", "premiar" o pedir cuentas sobre lo que se vivió acá?

El alma, como un punto de energía, permanece intacta, nueva, pura, limpia, transparente, sin estrenar.

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