lunes, abril 17, 2006

Disyuntiva Existencial No. 2



Apenas amaneció y ya acabada la Semana Santa inicié mi largo camino a casa. Con mi mochila al hombro sujeta por una varilla caminé un largo trecho bajo el sol incesante (se ruega imaginar la tradicional escena del patito feo) con los ojos puestos en un horizonte que parecía perderse en el infinito.

De repente, a lo lejos vi la figura desmaterializada de alguien que se acercaba y me vi esperanzado de encontrarme con alguien, aunque solo fuera de paso, ya que viene del lugar hacia donde yo voy.

Minutos después ya tenía al frente a aquel hombre. Aunque parecía estar bien, con pocas secuelas del cansancio, descubrí que cargaba un alma absolutamente abatida por la tristeza y el dolor, por lo menos eso se desprendida de esa mirada; así que, sin más ni más, sin siquiera dar tiempo a presentaciones sobradas lo quise contagiar del torbellino de emociones que llevo por dentro.

"Vamos hombre, levante ese ánimo, ¿no ves acaso que la vida es breve? Un suspiro y se nos fue la adolescencia, transpiramos y ya cargamos con problemas que son de la gente mayor, parpadeamos y ya nos insinúan el carné de ciudadano de oro. Hay tanto por hacer que lo sano sería empezar hoy mismo, no posponer nada..."

Me contuve porque advertí que a cada palabra mía él intentaba refutarme con algo, solo que en ningún momento alcancé escuchar sus argumentos, únicamente observaba sus gestos. Decidí dejarlo así, después de todo, tenía prisa por llegar a casa.

Al intentar avanzar, él se interpuso en mi camino y colisionamos nuestras frentes, una, dos, tres veces hasta que, al borde de la histeria crispé mis puños y arremetí contra él, con todas mis fuerzas mi mano se estrelló en su rostro... y en ese instante un millón de cristales se desparramaron por el suelo cuando el espejo se hizo añicos.

2 comentarios:

Cristibel dijo...

Buena cosa, esa de animarse a uno mismo...

Madio dijo...

que horrible... lo unico que se interpone entre mi destino y yo.. soy yo mismo...